Norberto y Rolo eran más que primos, eran hermanos. Hermanos patagónicos. Rolo, vivía en Bariloche. Norberto, en Neuquén. En verdad, eran más que hermanos, eran amigos. Se complementaban como piezas de un rompecabezas. En una muy afectiva y aditiva relación, cada uno tenía para dar lo que al otro se le negaba.
Norberto tenía la fortuna heredada por la temprana muerte de sus padres y la lucidez de entender que no debía aferrarse a ella. Mucho tenía que ver, en esta lucidez, la influencia de Rolo, a quién su primo escuchaba sin retaceos, para alimentarse de su espíritu vital y su afición a la libertad. Quizás, fue por esto mismo que Rolo dejó tempranamente sus estudios. Para aprehender la vida desde otro sitio, siempre disruptivo, siempre lejos de los cánones que impone la ortodoxia.
– ¿A Rusia? ¿Ir a ver el Mundial?
El generoso ofrecimiento de Norberto lo sorprendió. No muy interesado en el fútbol, de igual modo era una oportunidad para tomar cierta distancia de su paisaje patagónico natal. A esa edad, en sus recientes veinte, cada puerta que se abre invita a ser traspuesta, para curiosear que otros mundos se esconden detrás.
El verano europeo los recibió en Moscú, de paso para San Petersburgo, ansiosos por salir en un viaje nocturno a bordo del mítico tren Flecha Roja.
– ¿Te das cuenta Norberto? El Mausoleo de Lenin en la Plaza Roja, a sólo unos pocos pasos del Starbucks. Y ese impresionante edificio del Hotel Four Seasons, con vista privilegiada al Kremlin. Algo está mal con nosotros. Me parece que allá estamos viviendo en un tiempo equivocado…
Fue el comentario de Rolo durante el viaje. Ambos sabían a qué se refería Rolo cuando decía “allá”. Sin embargo, Norberto no le prestó mucha atención, concentrado en leer las noticias del celular sobre la formación del equipo argentino para la próxima fecha del mundial.
Finalmente, lo inevitable tuvo que ocurrir. Ya en San Petersburgo, fue donde los caminos empezaron a bifurcarse.
Norberto eligió irse a tomar unas cervezas con sus nuevos amigos cordobeses, a quienes conocieron en el hotel, cercano a la impresionante Iglesia del Salvador Sobre la Sangre Derramada. ¡Qué mejor ocasión para caminar hacia los pubs de la Avenida Nevsky y deslumbrarse con el brillo de sus grandes vitrinas y letreros, ofreciendo los productos de las empresas comerciales más sofisticadas del mundo capitalista, en un marco de esplendor del pasado, con el contraste de los antiguos y majestuosos edificios de la época zarista!
Rolo prefirió aprovechar la oportunidad para hacer una visita al Museo Hermitage, a la orilla del río Neva.
Del conjunto de edificios que lo integran no fue el Palacio de Invierno, residencia oficial de los antiguos zares, ni el Palacio Menshikov, ni el Edificio del Estado Mayor, ni el Museo de la Porcelana lo que más lo impactó. Tampoco fueron sus salones, donde el lujo y la belleza se fusionan en un despliegue obsceno, a espaldas de un pueblo sometido igualmente por sucesivos gobernantes de ideologías antagónicas.
Lo que estaba destinado a provocar un giro inesperado a su vida fue un encuentro casual. O quizás no tan casual, como seguramente opinarían los que creen en las predestinaciones y corregirían la contradicción misma de la frase, desde que, si estaba destinado, por lo tanto, no fue casual.
El hecho en sí fue que conocer a Astrid resultó tan sorprendente como encontrar su alma gemela. El mismo desapego de la cotidianeidad, la misma búsqueda del enigmático sentido de la vida, la misma sensación de venir de un tiempo y un lugar equivocado para estar en las vísperas de un tiempo distinto.
Vivir nuevas sensaciones y experiencias, donde tu casa nativa es sólo el patio trasero de tu nuevo hogar, que es el mundo, al que deberás recorrer y conocer antes de volver a tus orígenes. Sentir que todo tu patrimonio cabe en una mochila, conviviendo con tu celular y tu compu, nuevo cordón umbilical que te une a tus afectos y te muestra el camino.
Sólo una diferencia notable se hizo evidente a los ojos de Rolo. Toda esta miríada de pensamientos y sentimientos era en Astrid una realidad cotidiana; en él, era sólo un deseo. Ahora, era también una posibilidad.
Norberto lo entendió sin ofuscarse. Así son las cosas cuando se trata de verdaderos amigos; así son las cosas cuando se trata de jóvenes en busca de su destino y del sentido de sus vidas.
Los primos se despidieron con un abrazo. Norberto, dirigiéndose en dirección al estadio. Rolo, en dirección a Bergen, sobre la costa Noruega, casi 500 kilómetros al oeste de Oslo.
La invitación de Astrid le permitió conocer esa ciudad costera rodeada de montañas y fiordos; entre ellos el de Sogn, el más imponente, el más largo y el de mayor profundidad en todo el país; la ribera del puerto en el antiguo embarcadero, coronada por casas muy antiguas, de madera, pintada con llamativos colores.
En sus inicios, Bergen fue uno de los más activos centros comerciales de la Liga Hanseática, una federación de ciudades del norte de Alemania que extendía su influencia por el Mar Norte y el Mar Báltico, además de Noruega, hacia Holanda, Suecia, Polonia, Rusia, Estonia, Letonia y Lituania. El tráfico comercial y marítimo entre las ciudades costeras de esos países fueron un motor importante de su crecimiento y prosperidad, sostenida durante los casi cinco siglos de actividad de la citada Liga Hanseática.
Los ojos ávidos de Rolo no podían creer lo que estaba viendo y escuchando, además de lo que Astrid le contaba de su país. La costa oeste con sus fiordos, rica en ensenadas, bahías profundas y estrechas, cientos de islas, la encontró parecida a la costa del sur chileno.
En el trayecto que hicieron desde Oslo, viniendo desde el este, por el contrario, atravesaron una extendida meseta. Luego fueron las altas montañas separadas por valles pequeños y dispersos, a lo largo de los ríos que derramaban su riego sobre las verdes llanuras cultivadas; los glaciares, los ríos de montaña con sus cursos impetuosos, proveedores de energía hidroeléctrica, los numerosos lagos, como el de Mjosa. Todo ese escenario le dio la sensación de que había recorrido un largo camino, para sorprenderse con un paisaje y un clima con tales similitudes a los de su patagónico lugar de origen, como nunca hubiera imaginado.
Si no hubiera sido por la suave voz de su compañera de viaje, que ante cada nuevo asombro le contaba los secretos de ese territorio mágico, que se abría ante sus ojos en cada curva del camino, habría pensado que estaba de vuelta en casa.
Una ingenua pregunta de Rolo, fue el comienzo de lo que estaba por venir, ya en la cima de su asombro, sin imaginar todo lo que desencadenaría en él, en su nueva mirada y en lo que tendría para contarle a su primo Norberto.
– ¿Por qué Noruega no forma parte de la Unión Europea?
La respuesta de Astrid fue contundente.
– Noruega no lo necesita. En dos ocasiones se hicieron referéndum y en ambos casos el pueblo rechazó la propuesta. El nuestro es uno de los países más ricos del mundo.
Posteriormente, Rolo supo más. Su fondo soberano es de 740.000 millones de dólares y su PBI es de 62.400 euros por habitante.
En 1962, solicitó su adhesión a la CEE, simultáneamente con Irlanda, Reino Unido y Dinamarca. El 53,5 por ciento de los noruegos, a diferencia de los otros países, lo rechazó en un referéndum. Se insistió en 1994 con otro referéndum, que fue nuevamente rechazado con el 52,2 por ciento. No obstante, el país mantiene con la Comunidad Europea acuerdos políticos, de seguridad y comerciales que no incluyen los de política agrícola común.
Una de las razones de este rechazo es la desconfianza hacia países como Suecia, Dinamarca y Alemania que, aprovechándose de la histórica tradición pacifista de los noruegos, ejercieron cierta dominación sobre su territorio, que los ciudadanos consideran humillante. Entre ellas, especialmente, la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, durante la que Noruega se había declarado neutral.
Sorprendente pacifismo el de este pueblo de hombres valerosos, descendientes de vikingos, capaces de luchar y sobrevivir en los lugares más peligrosos del planeta, como Fridjof Nansen, explorador que en 1895 llegó a las proximidades del Polo Norte, o Roald Amundsen en sus expediciones a los polos Norte y Sur, o el mismo Thor Heyerdahl, aventurero y etnógrafo que asombró al mundo, en 1947, a la edad de 36 años, cruzando el Océano Pacífico en su balsa, la Kon-tiki.
Este pueblo de hombres y mujeres valientes, que desafían todos los días los rigores del territorio que habitan, aman la paz y tienen, además, otras razones para rechazar lo que ellos entienden como una forma de ceder soberanía y es el alto nivel de vida alcanzado por la sociedad noruega y los derechos de los que hoy gozan sus habitantes, los que, a su entender, no están igualmente representados en la UE.
Países como Francia y Alemania sufrieron con más fuerza los rigores de las guerras y ven en la UE un reaseguro de la paz. No es el caso de los noruegos. Para ellos, la convivencia es posible. No hay necesidad de acuerdos, sólo depende de la vocación pacífica de cada uno de los pueblos. Este mismo criterio aplican para su economía y la administración de sus recursos. Resguardan los derechos civiles y no quieren verse limitados en el ejercicio de los mismos.
Esa misma noche, Rolo le escribió a su primo contándole su experiencia con una frase muy breve: “el mismo paisaje, los mismos recursos, pero increíblemente ricos”.
La respuesta de Norberto no se hizo esperar: “No puede ser. Lo busqué en el mapa. La latitud de Bergen es 60° 23’ 34”. La de Oslo es 59° 53’ 57”. Nosotros estamos en 41° 09’ 00” en Bariloche y 38° 57’ 05” en Neuquén. Dónde estás ahora es muy cerca del Polo. Sería el equivalente en nuestro país, como estar más al sur de Usuahia, que está a 54° 48’. Es el equivalente a las Islas Orcadas del Sur. Latitud 60° 59’. No es posible lo que me contás. ¿De qué viven? Claro, debe ser por el petróleo del Mar del Norte”
La contestación de Rolo fue: “No te engañes. No es sólo eso. Otros países están sentados sobre barriles de petróleo y no son Noruega. Es un país rico en recursos naturales. Gran producción energética de represas hidroeléctricas, además del petróleo y gas. Las laderas de sus montañas están cubiertas por bosques naturales, que permiten el aprovechamiento de la madera en los aserraderos locales. Amplio litoral para la pesca. Uno de los mayores exportadores mundiales de pescado. Importantes astilleros del litoral marítimo son la base para la construcción de grandes buques. ¿Y nosotros qué, ni flota fluvial tenemos? Posee una de las flotas más grandes para embarcaciones de carga y viajes turísticos. Mucha oferta turística, pistas de esquí, rafting, festivales de música. Otras industrias ligadas a la metalurgia, como aprovechamiento de sus recursos mineros y favorecidos con la producción de energía local de bajo costo. Baja densidad de población que se autoabastece en parte con la producción de alimentos en los valles bajo riego, de alta producción por hectárea, con agua que baja de la montaña. Piscicultura en granjas para cría de salmónidos con agua de excelente calidad y sin contaminantes porque es agua de deshielo. Cría de vacas en pasturas bajo riego, libre de enfermedades, como en casa, único lugar del país desde donde podemos exportar en zona libre de aftosa. Importantes rebaños de ovejas, principalmente en la meseta. ¿No te suena conocido? Nada que nosotros no tengamos”.
Y así siguieron con sucesivos correos en los que Norberto argumentaba que gran parte de esa bonanza se debía a los ricos recursos petroleros encontrados en el Mar del Norte y Rolo insistía en los recursos petroleros y gasíferos de la Patagonia, donde la diferencia está en el empeño por seguir explorando nuevas áreas y una buena gestión de las que están en actividad, además de la riqueza en fuentes alternativas como la hidroeléctrica y eólica, sobre las que existe un gran potencial.
– ¿Y Vaca Muerta? ¿Es poca cosa? -insistió Rolo, que para entonces ya se había sumergido en toda la información disponible sobre el tema- Segundo lugar en el mundo, después de China, en recursos no convencionales de gas. Cuarto en petróleo no convencional, detrás de Rusia, Estados Unidos y China. ¡Nada menos…!
Finalmente llegaron a la conclusión de que estaban frente a una oportunidad única. Un mosaico de alternativas que bien ameritaba ponerle todas las fichas. Había mucho para hacer y así se comprometieron.
Rolo, en su intimidad, supo que había tenido que viajar miles de kilómetros para encontrar lo que estaba buscando. Había llegado tan lejos, para descubrir lo que había estado invisible a sus ojos durante más de dos décadas. Un sentido nuevo para su vida.
La despedida con Astrid, como en estos casos, fue casi una rutina. Una nueva amiga lejos de casa, cerca en las redes.
Sólo que lo más importante, Rolo lo guardó en secreto. Dejó la oportunidad de negocios para Norberto, que sabría aprovechar de la mejor manera el impulso necesario para avanzar en proyectos de inversión, donde las cartas estaban echadas y, estaba visto, eran cartas ganadoras. La tarea de Rolo sería otra. Sabía que su parte, seguramente, sería la más difícil. Los hechos no se dan porque sí y aunque el azar te ponga frente a las oportunidades, seremos nosotros mismos los que construiremos el entorno que permita aprovecharlas.
Rolo habló con Roberto acerca del enorme potencial de los recursos naturales. Nada dijo de los otros indicadores, sobre los que se propuso trabajar él mismo. Los que importan. Los que allanan el camino a seguir y, por lo tanto, son el verdadero germen de la riqueza que corona los éxitos.
Noruega posee uno de los índices de criminalidad más bajos del mundo y ocupa el primer lugar en el índice de desarrollo humano. Los pilares sobre los que se asientan hacen posible un estado de bienestar logrado en base a la educación de sus habitantes y en la capacitación de sus trabajadores. A tal punto, puede decirse que la pobreza y el desempleo son casi inexistentes.
El sistema en sí mismo promueve la fidelización entre empleados y empleadores, así como la motivación para que cada uno asuma sus responsabilidades con la vocación del bien común y comprometidos en una alianza del tipo ganar ganar.
Es cierto, no va a ser fácil, Sin embargo, vale la pena el desafío, se dijo. Cuando al poco tiempo Norberto, dejando atrás el impulso inicial, también se dio cuenta de que no iba a ser fácil, Rolo lo alentó:
– Hasta el árbol más grande nace de una semilla. Una pequeña semilla que no alcanza a cubrir la palma de la mano. Eso es todo lo que tenemos. Una ilusión, un sueño, que es casi como una semilla. Sirve para empezar.