Esta semana se reunieron nuevamente en una matera de Saladillo los amigos que periódicamente se encuentran allí para intercambiar ideas y comentarios sobre temas de actualidad. Esta vez se habló de las inversiones y los inversores que le ponen el pecho y las fichas al campo. ¡Valientes si los hay! Te contamos lo que se dijo. Como de costumbre, estaba Don Leandro, el dueño de casa, con su administrador desde hace varios años, el Ingeniero Zaldivar. También estaba Juanjo, cuñado de Zaldivar, que es vecino y arrendatario de otro campo en la zona y Marquitos, el más jóven del grupo, amigo y ex alumno de Zaldivar en sus años de docente en la Universidad de La Plata. Todos ingenieros agrónomos, que se reúnen cada fin de mes para compartir el mate, las novedades y algunas ideas nuevas. Don Leandro, a pesar de conocer muy bien el trabajo del campo, delega en Zaldivar la administración del suyo, porque vive en la Capital, donde se dedica a sus negocios financieros.
-Y Leandro… ¿qué me decís?… ¿Le seguimos metiendo ficha al campo o nos jugamos con las Lebacs? -arrancó Marquitos.
-Mmmm ¿Qué querés que te diga…? A veces en los momentos difíciles es cuando más conviene pisar el acelerador a fondo…
-¡Epa! ¿Y eso? una nueva teoría… me desconcertás Leandro -interrumpió Juanjo- Justo vos me venís a decir esto, que lo tenés a Zaldivar para que te maneje el campo, mientras hacés plata con tus negocios financieros.
– A ver… Dejalo, dejalo… Dijo “a veces”… ¿ y te parece que ésta es una de “esas veces”? -intervino Marquitos.
Luego de una meditada pausa, continuó Don Leandro.
– Recuerdo una película, no me acuerdo el nombre. Era de corredores de autos. A uno de ellos le preguntaron qué sentía cuando veía un accidente en la pista y contestó que era el momento en el que pisaba más el acelerador, porque sabía que otros aflojaban y era su oportunidad de ganar.
– Bueno, bueno… esto se trata de vacas. Somos amigos y vecinos. No es una carrera de autos. -recordó Juanjo.
– Es cierto, pero en los momentos difíciles, cuando otros se asustan y aflojan puede ser que sea el momento de crecer y expandirse… empiezan las oportunidades.
– No entiendo… vos sí que la tenés claras y entendés mejor los negocios, pero en ésta no te sigo. -se atajó Juanjo.
– ¿Y cuándo, sino? ¿Cuando los precios de las vacas están por las nubes? ¿Cuándo hasta los vagos ganan plata? ¿Cuando nadie te alquila una hectárea? No, hermano, ahí todos se pelean por entrar y terminás pagando caro. Es en la tormenta donde se ganan las regatas, cuando los demás bajan las velas.
– ¿Estás hablando de especular?
– Estoy hablando de aceptar desafíos, de mostrar capacidad, visión, trabajo en escenarios difíciles. Estoy hablando de emprendedores y de ganadores, no de pusilánimes.
– Lo que quieras… yo prefiero irme al verde y sentarme arriba de los billetes hasta que pase la tormenta – insistió Juanjo.
– ¿Y vos me preguntás si se trata de especular…? -ironizó Don Leandro- Sentado sobre los billetes esperando que al país y a todos les vaya mal.
Por un momento se hizo silencio y se miraron fijo.
– El circulante se hizo para circular…se hizo para eso, no para sentarse arriba -continuó Don Leandro- El que no piensa así es mejor que venda las vacas y se dedique a otra cosa. Esto no es para él. Por suerte el hombre de campo no baja los brazos en las malas. Es un luchador nato, que va al frente aunque vengan degollando.
– ¿Y vos qué harías entonces? preguntó nuevamente Marquitos.
Zacarías, que hasta ahora había estado callado, se adelantó a la respuesta para decir lo suyo.
– La verdad, Leandro, que estamos necesitando cambiar los toros, especialmente el colorado de las vaquillonas. También tendríamos que refertilizar la pastura del fondo y cambiar algunos palos que dan a la calle.
– Claro Leandro -volvió Juanjo a la carga- Para vos es fácil porque tenés resto y ponés plata de afuera. No todo el mundo puede, menos cuando la cosa aprieta y se pone fea.
– Es cierto, Juanjo, es cierto. Pero vos cuando tenés unos pesos para comprarte 30 vacas, salís a comprar 50, como si éste fuera un negocio patrimonial, igual que comprar dólares. No es así, no es así… Somos productores de carne, no tenedores de vacas.
– ¿Y? ¡Quién te entiende! Primero me decís que no compre dólares y ahora me decís, también, que no compre vacas…
Zaldívar se sonríe, mientras intercambia una mirada cómplice con Don Leandro. Después de años trabajando juntos sabe muy bien cómo piensa.
– Dale Zaldívar, decile -insinúa Don Leandro.
-Tu cuñado siempre me dice que tenemos que hacer como los industriales. No se les ocurre comprar máquinas para que estén paradas o produciendo a medias. Cada máquina tiene que producir al máximo y ser la mejor máquina del mercado.
-Si en lugar del mejor toro te comprás el más barato -completó Leandro- y encima a las vacas no le das de comer lo necesario, no le hacés mantenimiento, o sea la sanidad, nunca vas a tener resto para salir adelante. La cosa no es tener muchas máquinas que produzcan poco. Eso es baja productividad. Antes que aumentar la dotación, cada una tiene que estar produciendo al máximo. De eso se trata.
-Genial Leandro -acota Marquitos-. Estamos de acuerdo. Ahora decime como le explico eso a un productor que está agobiado por los impuestos, el mal estado de los caminos, las lluvias que no paran por un lado y las que se hacen desear en la otra punta. ¡Cómo no va a estar con ganas de bajar los brazos!
-Por eso mismo… por eso mismo… ¡Justamente! -redobló la apuesta Don Leandro- Por eso mismo, porque no hay margen para el error. Ésa será tarea tuya como extensionista o como asesor. Nadie dijo que fuera fácil. Lo que se espera de vos es que cumplas con ese apostolado.
Marquitos se levantó, sin disimular que había acusado el golpe donde más le dolía. En sus convicciones, en su vocación…
Todos entendieron que era suficiente por esta noche y Marquitos dijo lo que todos sabían..
– Vamos a las casas, que hay mucho para hacer y ya está empezando a amanecer más temprano