¡Tarquino! El famoso primer toro de raza Shorthorn, que llegó a estas pampas cruzando el Océano desde Liverpool hasta Cañuelas, entre 1823 y 1836 según distintos historiadores, tenía la misión de preñar las vacas criollas y mejorar la genética de los rodeos bovinos. Habían transcurrido apenas un par de décadas desde la Declaración de la Independencia.
La raza Shorthorn, originaria del litoral del Mar del Norte, tiene sangre vikinga, ya que es el resultado de la cruza con otras razas de esa región criadas por Anglos, Sajones y Vikingos para obtener un animal de frame mediano y producción mixta, de carne y leche.
Desde el siglo XVI se sucedieron en el norte de Inglaterra cruzamientos con distintos objetivos de producción, orientándose algunos hacia la producción de un biotipo cárnico y otros desarrollando una raza shorthorn lechera.
En 1822, apenas unos pocos años antes de la llegada de Tarquino al suelo argentino, se inicia el libro genealógico en su país de origen, con el nombre de “Durham”, haciendo mención a su origen en el Condado de Durham. Esta raza hizo su aporte genético al desarrollo de otras razas europeas en los siglos XVIII y XIX, tales como la raza Normanda y la Maine-Anjou. En Estados Unidos dió origen a la raza Santa Gertrudis, como resultado de su cruzamiento con sangre cebú.
Hoy en día, la raza Shorthorn pura está disminuyendo tanto en América como en Europa, no obstante haber hecho un gran aporte genético a otras razas.
Como su nombre lo sugiere (horn: cuerno y short: corto) tiene cuernos cortos y dirigidos hacia abajo, incluso con una variante, los Polled Shorthorn, que no poseen cuernos.
El aporte de esta raza al mejoramiento de otras, paradojalmente con lo que su origen vikingo podría sugerir, se basa en su gran mansedumbre, lo que facilita su manejo, su rápido crecimiento y la buena conformación carnicera con fuerte presencia de grasa subcutánea e intramuscular.
En lo que respecta a la producción lechera tiene un alto porcentaje de aporte en grasa y proteínas, sumado a su reconocida habilidad materna para la crianza de terneros.
En Argentina, la llegada de Tarquino se debió a la visión de un empresario inglés, John Miller, que lo introdujo en sus rodeos para la Estancia “La Caledonia” de Cañuelas.
Desde entonces, el nombre de Tarquino ya es una leyenda de un importante hito de la ganadería argentina y su nombre es un símbolo reconocido de múltiples maneras.
En el escudo del Partido de Cañuelas dos manos entrelazadas recuerdan el Pacto de Cañuelas, firmado entre Rosas y Lavalle en 1829. Se representa también en dicho escudo la imagen de una lanza sostenida por manos que recuerdan la epopeya de sus milicias y un sol naciente, como símbolo del nacimiento de una Nación. Junto a estas figuras, se destaca también una cabeza de toro recordando a Tarquino y el orgullo que representa para el Partido de Cañuelas por su aporte al mejoramiento de la ganadería argentina.
El nombre de Tarquino es reconocido, también, por una marca de whisky que, en su etiqueta, lo muestra junto a Virtuoso y Niágara, precursores a su vez de las razas Aberdeen Angus y Hereford, como reconocimiento al trabajo de los criadores de ganado bovino.
Hay más. Un distinguido restaurante del barrio de La Recoleta eligió el nombre de Tarquino, probablemente como homenaje a este famoso toro, ícono de la calidad de las carnes argentinas, resultado del trabajo de sucesivas generaciones de los cabañeros de estas pampas.
¿Cuál es el origen de este nombre? Tarquino, ícono legendario de la calidad de nuestras carnes. En las primeras décadas del siglo XIX, durante los albores de la nueva Nación, alguien eligió este nombre, sin imaginar el significado simbólico que tendría en el futuro.
Para bucear en los orígenes de este nombre, probablemente, tendremos que retroceder en el tiempo hasta el siglo VI AC y a la historia mítica que concluyó con el fin de la monarquía romana, dando origen a la República. El historiador Tito Livio nos cuenta los hechos.
Tarquinia era una ciudad etrusca, de la que era originario el quinto Rey de Roma. Su verdadero nombre era Lucio Tarquinio Prisco llamado Tarquino el Viejo, habiendo emigrado a Roma por sugerencia de su esposa Tanaquil, donde prontamente se ganó la simpatía de los locales por sus buenos modales.
El rey romano, Anco Marcio lo eligió como su sucesor. Durante su reinado, Tarquino el Viejo aumentó la composición del senado con 100 nuevos senadores de origen etrusco, como resultado de la expansión de la monarquía en este nuevo territorio.
Su nieto fue Lucio Tarquinio, también conocido como Tarquino el Soberbio y llegó al poder después de asesinar a su predecesor. Su reinado fue muy despótico y fue destronado por su indulgencia ante la violación que su hijo realizó a una bella dama de una reconocida familia patricia.
Tito Livio narra con detalles la violación de Lucrecia por parte de Sexto Tarquinio, hijo del rey Tarquino el Soberbio. Lucrecia era una mujer patricia, distinguida por su honestidad y belleza. Sexto, que sentía una fuerte atracción por ella, le pidió hospitalidad estando su esposo ausente y en la oscuridad de la noche ingresó en la habitación de Lucrecia para violarla.
Cuenta Tito Livio que, desesperada por el ultraje, Lucrecia hizo saber de tal violación a su padre y a su esposo. Clavándose un puñal en el pecho, se despidió con la frase: “¡Ninguna mujer quedará autorizada con el ejemplo de Lucrecia para sobrevivir a su deshonor!”.
Estos hechos significaron el fin de la monarquía romana, resultante de la rebelión liderada por Lucio Junio Bruto a quien acompañaron otros nobles patricios reclamando venganza por el ultraje cometido contra Lucrecia.
El drama de la violación y posterior suicidio de Lucrecia desencadenó el fin de la monarquía y el inicio de la República Romana en el año 509 AC, designando pretores, luego llamados cónsules, que serían elegidos entre aquellos que se destacasen en mérito a sus virtudes y honestidad. Se decidió también castigar con la muerte a quien intentara restaurar la monarquía y castigar con el destierro a toda la familia de Tarquino el Soberbio.
La violación y muerte de Lucrecia, consecuencia de la violencia manifiesta de los Tarquinos, quedó reflejada en numerosas obras de arte y literarias.
Entre ellas se destaca el poema narrativo de William Shakespeare “La violación de Lucrecia”, precedida por las menciones en los “Fastos” de Ovidio y la “Historia de Roma desde su fundación” de Tito Livio, donde se hace referencia a la historia mítica sobre la que se asienta la fundación de la democracia en Roma.
Mónica Maffia comenta sobre la obra “Es un poema magistral de Shakespeare sobre el abuso de poder y la violación de una muchacha a manos de un intocable y sus consecuencias políticas cuando el pueblo hace valer sus derechos. La argumentación sobre los deberes del gobernante y los derechos de los ciudadanos, derivados de un acto privado, como fue la violación, resulta en un hecho político que pone fin a la monarquía y da pie a que se constituya el senado romano. Este hecho lo vuelve más vigente que nunca”.
La violación y suicidio de Lucrecia fue retomado en importantes manifestaciones de las artes plásticas en las obras de Lucas Cranach el Viejo, Tiziano, Rembrandt, Durero, Rafael y Botticelli.
En el Museo del Prado pueden verse las obras “Origen de la República Romana” de Casto Plasencia y “La Muerte de Lucrecia” de Eduardo Rosales.
Benjamín Britten, compuso la ópera “La Violación de Lucrecia” que fue estrenada en Londres en 1946.
En todas estas obras se destaca el sufrimiento de Lucrecia y el accionar violento de su victimario.
Presumiblemente, el nombre de Tarquino al toro de nuestra historia, se hizo en honor a su incontenible vigor sexual, como garantía de servicio para las vacas criollas de aquel tiempo, lo que dio origen al linaje de las tarquinas, como fueron llamadas sus hijas.
Esta idea, no obstante, merece algunas consideraciones.
Tarquino, el toro, nunca dió servicio a una vaca sin su previa aceptación. No podría haber sido de otra manera. Como todos los ganaderos saben muy bien, dicho servicio no es posible sin la aceptación de la vaca. Todas han sido preñadas con su consentimiento, que para ello deben mantenerse quietas y levantar su cola. Esto sólo ocurre durante su período de celo y no puede ser forzado por decisión unilateral del macho, en condiciones de servicio natural, no asemejable a las pasiones humanas.
Podemos decir que nuestro toro Tarquino reivindicó el nombre (no al hombre de la antigua Roma). Estamos orgullosos de nuestro Tarquino, el noble toro de la pampa que, a diferencia del otro Tarquino, el lascivo, dejó una progenie de buena genética y buenos hábitos para honra y mérito de nuestros ganaderos.